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Las universidades y la defensa intransigente de la democracia

En los últimos años, las universidades han jugado un papel protagónico cuyas facetas se han multiplicado en la misma proporción en que han surgido las aberraciones derivadas de la conducta errática del poder central. El choque, documentado en agua caliente, fue arduo. La descalificación del sistema de educación superior estaba en el corazón de los ideales del gobierno.

Los ataques sistemáticos a la ciencia, la investigación y el debate se han manifestado a través de numerosas acciones deletéreas, desde la contingencia de fondos hasta discursos inapropiados de representantes que deberían velar por el bien público. En ese contexto se fraguó el caldo de la intolerancia y el ambiente beligerante.

En un escenario de deshilachamiento institucional y ruptura de políticas públicas, las universidades, muchas de las cuales fueron torpedeadas por falsedades y recortes presupuestarios, se convirtieron en un escudo para la incivilidad. Los frentes de resistencia creados en la academia, independientemente de sus matices y motivaciones, jugaron un papel histórico.

En la lista de contribuciones científicas, algunas destacaron por la urgencia que requería la gravedad del momento, tanto en el campo de la acción como en el campo de las ideas. Cabe mencionar, entre los ejemplos, la lucha contra el negacionismo, el enfrentamiento a la pandemia de covid-19 y las advertencias sobre posiciones con inclinaciones autoritarias.

En este último caso, resultan reveladores los episodios grabados el 8 de enero en Brasilia. Los actos de vandalismo no solo materializaron el leitmotiv de la extrema derecha, sino que demostraron que los enemigos del Estado Democrático de Derecho, nostálgicos de un período reciente de triste memoria, habían adquirido la confianza necesaria para actuar a la luz del día.

La ofensiva terrorista, que movilizó a la sociedad civil y recibió una pronta respuesta de las instituciones de las tres esferas de poder -no por casualidad blanco predilecto de los criminales- deja lecciones por aprender. La historia demuestra que, paradojas aparte, las situaciones traumáticas tienen la capacidad de perfeccionar un vasto repertorio de valores, incluidos los democráticos.

La academia, cuya reacción al embate del golpe también fue inmediata, tiene mucho que inferir de los hechos en la Praça dos Três Poderes. Además de cumplir con su misión de difundir el conocimiento, se vuelve imperativo aunar esfuerzos para mitigar y, en última instancia, sofocar las amenazas potenciales que se avecinan.

No es nuevo que las tres universidades estaduales de São Paulo vienen actuando de manera conjunta en temas clave de la vida nacional. Conscientes de su papel, la Unicamp, la USP y la Unesp mantendrán su papel protagónico en la defensa intransigente de la democracia y de los principios que la guían.

Antonio José de Almeida Meirelles es rector de la Unicamp y presidente del Consejo de Rectores de las Universidades del Estado de São Paulo (Cruesp)

Carlos Gilberto Carlotti Junior es presidente de la USP

Pasqual Barretti es rector de la Unesp

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